October - Autumn Song (1876) ~ Tchaikovsky
Cuarenta y cinco otoños y ya masticaba la vida como un anciano.
Lingotes de ocio habían transformado mi presencia en una rutina de hedonismo y libertinaje que me aburría sobremanera haciéndome bostezar ante la antaño preclara expectativa de follar con un nuevo efebo o meterme alguna otra droga de diseño. Con tiempo para meditar hasta mi última esquina, era de cajón que el desencanto, la condescendencia y el hastío hicieran mella en mis tripas, a lo petite bourgeoisie, de forma lenta y constante como la lengua de lava de un volcán recién erupcionado vomitando piroclastos.
Enamorarme por vez primera y a traición, de manera cáustica y sin perdón ni remedio, tampoco había sido de ayuda, precisamente, y a todo el mejunje habría que añadirle la pena, el dolor y el ocaso que raramente no ocasiona un desamor incomprensible,
aunque saboreado hasta la extenuación.
La tirantez familiar se acrecentaba y mis amigos iban y venían con las inconstancias propias del parentazgo y de sus incestuosas parejas, y yo ya estaba por mandarlo todo al carajo y conseguir que alguien me envenenara con un paraguas para morir en el Támesis, o así.
Redondeando la tesitura tenía a mi postrer amante, un guapo y paciente espécimen balcánico nacido de mis pocos últimos viajes– no eran tiempos demasiado proclives para los viajes–, esperándome anhelante en las bajas tierras celtas umbrías. Él no me provocaba gran consternación, pero su compañía era plácida y me consentía todo con ojos brillantes y hambrientos, y, debo reconocer, que para afrontar mi agamia era necesario estar bendecido, cuando menos, por las tres brujas de Macbeth, así que, por el momento, me autoconvencía para sobrellevar la coyuntura con estoicismo. En todo caso, y ya que había querido transitar desde siempre esos parajes, podría degustar un buen whisky ahumado en las albas Hébridas,
visitar a Nessie y a la Boleskine de Aleister, y, de paso, dejar abanicar un poco a mi,
de por sí, olvidado ego.
Escancié un vino que me había agenciado recientemente en la Riviera búlgara y leí sus complacientes mensajes; mientras, observaba mi brand new handpoke tattoo divagando acerca de... otros menesteres.
Cuarenta y cinco años y treinta monedas,
Cuarenta y cinco años, un juicio y un bastón de oro.
*Nyx e Hypnos (1901) ~ F. Khnopff.
Commentaires