El pasajero - Clave lírica XXIV - Rosa de Belial (1920) ~ Valle Inclán
Soy aquel amante
que nunca se muestra,
muda en cada instante
mi sombra siniestra.
Con el viento llego,
y paso con él.
Soy rojo lostrego
del ángel Luzbel.
Mi sombra nocturna
hace en ti guarida,
mi larva soturna
te goza dormida.
A tu lindo ceño
llevo la obsesión,
en tu blanco sueño
soy la Tentación.
Soy aquel amante
que la voz no nombra,
mi sombra va errante
en pos de tu sombra.
¡Turbulenta avispa
que vuela en tu flor,
soy la roja chispa
del yunque de Thor!
De tu clara frente
me oculto en el muro,
como la serpiente
del enigma obscuro.
Soy en tu conciencia
la interrogación
a la triste ciencia
del Rey Salomón.
Sobre tu blancura,
paloma benigna,
de mi mordedura
dejaré el estigma.
El pecado enrama
mi testa. El laurel
del mundo es mi llama,
soy luz de Luzbel.
Mi frente sañuda
sostiene el abismo,
el tiempo me muda,
y soy siempre el mismo.
Cabalgo en ci viento,
con el viento voy,
y a tu pensamiento
mi forma le doy.
Profano lascivo
tu virgen entraña,
soy el negro chivo
y tú mi montaña.
Apaga mi aliento
tu roca de luz,
está tu cimiento
sobre mi testuz.
Soy el negro dueño
de la abracadabra,
y trisca en tu sueño
mi pata de cabra.
Como el enemigo,
en tu sueño estoy,
te gozas conmigo....
¡Soy el que no Soy!
Soneto XIX - Cien Sonetos de Amor (1959) ~ Pablo Neruda
Mientras la magna espuma de isla negra,
la sal azul, el sol en las olas te mojan,
yo miro los trabajos de la avispa,
empeñada en la miel de su universo.
Va y viene equilibrando su recto y rubio vuelo
como si deslizara de un alambre invisible
la elegancia del baile, la sed de su cintura,
y los asesinatos del aguijón maligno.
De petróleo y naranja es su arco iris,
busca como un avión entre la hierba,
con un rumor de espiga vuela, desaparece,
mientras que tú sales del mar, desnuda,
y regresas al mundo llena de sal y sol,
reverberante estatua y espada de la arena.
El pasajero - Clave lírica XI - Alegoría (1920) ~ Valle Inclán
Era nocturno el potro. Era el jinete
de cobre -un indio que nació en Tlaxcala-,
y su torso desnudo, coselete
dorado y firme, al de la avispa iguala.
El sol en el ocaso, como un lauro
a la sien del jinete se ofrecía,
y vi lucir el mito del centauro
en la Hacienda del Trópico, aquel día.
De la fábula antigua un verde brote
cortaba el indio sobre el potro rudo.
Era el campo sonoro en cada brote,
era el jinete frente al sol. Desnudo
y cara al sol partió como un azote...
Iba a robarlo para hacer su escudo.
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