Dijiste que vendrías. No has venido. He apagado la luz, por si podía imaginar tu cuerpo entre las sombras, fingir que te acercabas, invadiendo mi espacio con tu cuerpo astral, besándome con labios de fantasma, como Helena besaba desde Egipto a su troyano favorito. Y las sombras de la noche no han fabricado ni una sola imagen que aliviase mi pena, y he encendido la luz, y he visto solo muebles viejos, libros por todas partes y una cama triste, deshabitada, taciturna.
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